miércoles, 26 de febrero de 2014

LOS RELATOS PEDAGÓGICOS Y SU PODER PARA TRANSFORMAR PRÁCTICAS EN LAS ESCUELAS.

¿Por qué y para qué escribir?

Escribir es dejar huella. La escritura es un invento de nuestra humanidad, hecho con el propósito de dejar claras las visiones, las experiencias, los sentires, pensamientos y conocimientos que desde la vida se construyen día a día.

Escribir es contar historias. La vida es vivir historias. Escribir es contar esas historias de vida, desde la manera de verlas de quien escribe; casi siempre se escribe para contar las cosas especiales, las más importantes, las que más nos han impactado, las que más nos importan, lo que más nos ha gustado, lo que nos ha costado sufrimientos también, lo que nos ha hecho fuertes, lo que sabemos que nos ha dado experiencia. Pero también se escribe desde los anhelos, desde el deseo de encontrarnos a nosotros mismos en lo que escribimos; un encontrarnos a nosotros mismos al contarles a los otros, por medio de las letras, quiénes somos, qué pensamos, sentimos, soñamos, hacemos, en fin, vivimos.

Cuando no se escribe así, la escritura es algo muy complicado, pesado, difícil, poco atractivo. A veces los trabajos escolares son los que más encajan en este tipo de escritura forzada. ¿Qué caso tiene forzar a alguien a que escriba cuando no es él mismo el que quiere contarnos sus historias? Para escribir, entonces, como para leer, hace falta sentir el gusto, tener ganas de poner las historias al alcance de los otros por medio de nuestras propias palabras.

Entonces, cuando escribimos acerca de nosotros mismos, de nuestra vida, es porque estamos decididos a que los otros, quienes nos lean, nos vean más claramente, descubriendo a través de nuestro escrito cosas que tal vez antes no aparecían ante sus ojos acerca de quiénes somos, qué pensamos, sentimos y hacemos. Resulta luego que esta escritura termina siendo reveladora para nosotros mismos; es decir, a través de nuestros textos terminamos encontrándonos a nosotros mismos porque la escritura nos permite vernos distintos a como normalmente nos vemos. Esta escritura tiene, entonces, esta magia: nos deja ver lo que antes no veíamos, nos lleva a saber lo que antes no sabíamos y puede que también alcancemos a sentir acerca de nosotros mismos lo que antes no sentíamos.

La magia de la escritura desde y acerca de nosotros mismos está en su poder revelador, que es también el poder de la transformación. Al escribir nuestra experiencia de vida llegamos a cambiar de cierta forma nuestra propia manera de ver y hacer la vida. Escribir sirve entonces para esclarecer, para iluminarnos en el sentido de conocer nuestras posibilidades, nuestras potencialidades para cambiar, para mirar al mundo de otros modos, con otros énfasis, con otras preguntas, con otros anhelos, con nuevas pretensiones, búsquedas o aspiraciones. Este poder de la escritura es, en verdad, una experiencia sumamente extraordinaria para nuestras vidas personales; quien no escriba acerca de sí está lejos de cambiarse a sí mismo para ser mejor.

Aquí se trata entonces, como pueden ver, de escribir para conocerse mejor y, desde ahí, abrir la posibilidad de hacer cambios en uno mismo para mejorar. Siempre tenemos posibilidades de mejorar nuestra manera de ser, de pensar, de hacer, de convivir, de sentir. La escritura aquí es una herramienta poderosa para conseguir esas mejoras posibles.

Otra manera de decir esto mismo es apuntando que escribir es volver a vivir nuestros viajes a través de la vida. Vivir la vida es hacer múltiples viajes y eso equivale a disfrutar de la vida como un recorrido que nos lleva a distintos lugares, a conocer muchas cosas y personas, a encontrar lugares y situaciones muy interesantes y relacionarnos disfrutando de esos múltiples encuentros. ¿Cuáles son los lugares, las situaciones, los encuentros, las experiencias o aventuras vividas que más nos han impactado? ¿Qué es lo que más vale la pena contar a los demás de esas aventuras de viaje? La escritura es una magnífica forma de hacer de nuevo esos viajes vividos. Nuestros relatos escritos, entonces, pueden recoger todo el colorido emocional, afectivo de lo que en cada viaje nos ha quedado como huella, como un recuerdo poderoso que nos anima cada vez que lo recreamos.

En el caso de la experiencia pedagógica vivida al plantear y llevar a cabo nuestro proyecto como profesores en formación, hemos documentado a través de fotografías, grabaciones en video y con las producciones de los niños, una serie de situaciones que nos han dejado huella, es decir, que nos han permitido aprender cosas nuevas acerca de nuestro trabajo. La escritura que nos proponemos al hacer el recorrido reflexivo de la experiencia vivida, nos permitirá relatar lo más interesante y valioso de ese viaje pedagógico. Y contarlo desde cómo cada uno de nosotros lo ha vivido, seguro que será una tarea gratificante y también poderosa para reflexionar sobre nuestro trabajo con miras a fortalecerlo en el siguiente ciclo de trabajo del colectivo; esta es la razón por lo que nuestra escritura es necesaria e importante.


¿Cómo escribir relatos pedagógicos interesantes y potentes para valorar y aprovechar nuestro trabajo?

Lo primero que se necesita para una escritura significativa de nuestras experiencias pedagógicas es tener muchas ganas de contar nuestra historia, sentir el deseo de contagiar a los otros el entusiasmo y la riqueza de lo que nos vivimos con los niños y niñas, con la gente de la comunidad y con nuestros propios compañeros de escuela. La narrativa pedagógica que buscamos a través de los relatos es en sí misma una tarea placentera porque gracias a ella podemos lograr que muchos otros se enteren vivamente de esa riqueza que caracteriza a la experiencia del trabajo pedagógico en colectivo.

Igual que cada uno de nosotros tiene su propio estilo de ser profesor o profesora, los relatos nos ayudan a configurar nuestro propio estilo personal como escritores. Esto quiere decir que no hay una sola receta para escribir estos relatos pedagógicos, sino que cada uno ha de ir encontrando la manera de expresar lo que piensa acerca de su propio trabajo. Entonces no hay que angustiarse por lo que vamos a escribir, sólo hay que dejar que nuestra imaginación y nuestro pensamiento resuelvan por donde comenzar y luego vayan tejiendo los hilos de lo que vamos a contar.

Entre los profesores tenemos distintos niveles de acercamiento a una escritura en forma de narrativa, hay unos más experimentados que otros, unos más audaces o decididos que otros, unos más duchos que otros, pero todos podemos lograr buenos relatos pedagógicos si nos lo proponemos. Tal vez algunos pasemos por más dificultades que otros; otros lo harán con mayor extensión, profundidad o precisión; habrá relatos de distinta calidad tal vez, pero lo importante es que cada relato será significativo para SU AUTOR, porque es a quien más le importa haberlo escrito. Este es el criterio más importante al comenzar a escribir y lo será también al publicar la experiencia contenida en los relatos.

Lo que en este momento metodológico nos importa es animar la escritura, darle impulso para que sea, para que comience la aventura de hacer narrativa pedagógica. Con ese fin me animo a sugerir en seguida algunos puntos que cada uno considerará según su condición como posibles pautas a favor de una escritura significativa de su relato. He aquí los puntos a que me refiero.



Seleccionar la o las experiencias de nuestro relato (lo más significativo que vivimos en esta experiencia).

El trabajo que se realiza durante el servicio social es variado en acciones y situaciones que merecen ser contados y pensados a través del relato. Tal vez alguien quiera comenzar su relato refiriéndose a TODO lo que se hizo en su grupo o en su escuela, y esto no es malo de ninguna manera. El problema que esta elección conlleva es que vamos a encontrar que ES DEMASIADO LO QUE PODEMOS CONTAR y a veces esto nos desanima o nos puede llevar a un relato muy general, que cuenta todo, sí, pero SIN PRECISAR, SIN PROFUNDIZAR por medio del relato en el análisis de la práctica. Esto por supuesto es natural que suceda cuando intentamos un relato que incluya todo: el problema que abordamos (por qué), la manera en que lo decidimos, los propósitos y la justificación del proyecto, los fundamentos teóricos que pusimos en la base del plan de trabajo, las acciones del principio al fin de una jornada de práctica, la participación de los padres de los niños y de la comunidad a que pertenece la escuela, las producciones o eventos más relevantes que hicimos con los niños, los conflictos que aparecieron y cómo se resolvieron, los progresos o resultados que alcanzaron los niños, las acciones para gestionar los recursos que se emplearon, los intercambios que se produjeron entre profesores al realizar el proyecto como escuela, por mencionar los más visibles.

Si queremos contar todo eso en un solo relato corremos el riesgo de llenar muchísimas cuartillas y terminar sin conseguir sacar el jugo, el sabor o el sentido de nuestro trabajo. Tal vez a nosotros mismos nos resulte cansado, desalentador, poco interesante y provechoso intentar un relato tan completo y general. Y no se trata de eso, sino de convertir la práctica en experiencia, o como decía, se trata de hacer una escritura con sentido para mejorar las propuestas de nuestro trabajo.

Entonces la primera sugerencia es, como dicen los metodólogos, delimitar el tema de la escritura. Esto no es otra cosa que hacer una revisión minuciosa de la diversidad de situaciones significativas que constituyen el trabajo hecho, para encontrar las que consideramos más importantes porque al escribir sobre ellas podremos reflexionar a fondo sobre lo que hicimos y así sacar provecho en el sentido de aprender de nuestra práctica individual y colectiva.

Cada profesor participante en el servicio social pone en juego su propia creatividad, su propio estilo, su peculiar manera de mirar la práctica. Entonces también cabe dejar que cada uno revise su trabajo y tome la decisión acerca de cuáles son las situaciones más significativas de su propio trabajo, sobre las cuales quiere hacer este ejercicio de escribir para contar y analizar lo que sucedió en su caso.

No hay duda de que al seleccionar algunas de las situaciones más relevantes del trabajo realizado para escribir un relato pedagógico vamos a sentir más entusiasmo para hacerlo, vamos a poder enfocar con más cuidado los asuntos explícitos e implícitos en lo que hicimos, vamos a poder incluir algunas referencias teóricas muy ligadas al saber pedagógico que pusimos en juego, vamos a poder cuestionar o poner en duda algunas de las cosas que hicimos o que pensamos, vamos a organizar mejor los datos o hechos a los que nos vamos a referir centralmente, vamos a detectar conflictos o vacíos en nuestra propuesta de intervención pedagógica, vamos a poder reconocer o visualizar nuevas posibilidades o retos a abordar para seguir trabajando frente al mismo campo problemático, entre otras ventajas que son importantes y de mucho provecho.

Entonces se sugiere que seleccionemos muy bien aquellas cosas interesantes que queremos contar y que necesitamos personalmente pensar más a fondo para extraer lo que aprendimos al hacer este trabajo. Necesitamos revisar con calma las fotografías, los trabajos de los niños, los materiales didácticos que empleamos, lo que dijeron o hicieron los padres de nuestros niños en este proceso, los eventos que realizamos dentro y fuera del aula y de la escuela, las notas que tomamos al paso de las actividades; es decir, hay que revisar una y otra vez las huellas de nuestro trabajo, de todo el proceso, y encontrar, desde nuestra mirada pedagógica, los hechos, las situaciones más relevantes acerca de los cuales podemos bordar o tejer un relato interesante para nosotros y para otros profesores.

Entre esas situaciones seguramente estarán los hechos o situaciones significativos por su sentido afirmativo de nuestro saber pedagógico, los que nos dan el estilo, o la identidad que tenemos cada uno en nuestra manera de ser educadores. Se trata de hechos o situaciones que contienen nuestras fortalezas como profesores, los saberes que nos identifican, que nos dan personalidad pedagógica, es decir, nos diferencian de otros por la forma peculiar en que entendemos la pedagogía y la ejercemos con nuestros alumnos tratando de ir siempre más allá, de lograr mejores cosas, de superarnos en el modo de ser educadores. Estas situaciones sin duda que estarán en el centro de la historia pedagógica que queremos contar a nuestros compañeros, porque sabemos que hay en ella aspectos sobresalientes que podemos compartir para mejorar las prácticas pedagógicas en nuestra escuela, o al menos interesar a otros compañeros para imitarlas o desarrollarlas en su propio estilo.

Pero va a ocurrir que al contar esa historia, al estar ya relatándola tal vez, vamos a encontrar que también comprende hechos o situaciones con respecto a los cuales nuestro saber pedagógico se reconoce limitado; es decir, vamos a identificar temas o asuntos de nuestra práctica que todavía representan para nosotros un obstáculo a vencer, una necesidad de conocer más a fondo (investigando, por supuesto), un problema por resolver, unas preguntas por aclararnos o simplemente algo que nos “hace ruido” en nuestra conciencia. Por supuesto que también estos hechos o situaciones son muy ricos para nuestro relato. Hay que bordar sobre ellos, hay que reflexionar sobre esos hechos también, hay que ir al fondo en el análisis de esta experiencia. Escribir este relato es la mejor oportunidad que tenemos para sacar provecho de lo que nos falta por aprender.

Tal vez tome algo de tiempo el tomar esta decisión antes de ponerse a escribir, pero seguramente una vez que tengamos muy en claro lo que pretendemos abordar va a ser mucho más viable la producción de un relato interesante, preciso y que logra hacer una reflexión que conlleva aprendizajes valiosos para continuar trabajando sobre nuestro proyecto colectivo.


Leer una y otra vez las huellas de esa experiencia a relatar (organizar las informaciones que tenemos en fotos, videos y producciones de los niños para “armar” la trama de la historia que vamos a contar).

Para poder escribir hace falta leer. Leer es desarrollar la agudeza de nuestra mirada. Leer es mirar al mundo, a la vida, con capacidad para captar lo más valioso, lo más importante, lo más interesante. Leer, entonces, necesita de nuestros ojos muy vivos, muy atentos al objeto de nuestra mirada. Sólo así podremos descubrir lo que hay detrás de las apariencias, sólo así hallaremos lo que está detrás de los hechos, lo que parece oculto, lo que no se ve tan fácilmente y que, sin embargo, tiene el sentido más profundo e interesante de los acontecimientos. Por eso se dice que leer es entender, comprender e interpretar al mundo.

Por supuesto que desarrollar esta forma de leer conlleva el uso del pensamiento. Nuestro cerebro es maravilloso, porque en realidad nuestros ojos miran las cosas a través de nuestros pensamientos. Cuando vemos las cosas, los hechos, los acontecimientos de nuestra vida, el pensamiento nos ayuda a encontrar las relaciones, las conexiones entre ellos. Y son justamente las palabras las que nos permiten tejer esas relaciones, describir esos nexos, precisar esos vínculos que miramos entre hechos o situaciones que leemos.
Cuando ya tengamos identificadas las situaciones que contendrá nuestro relato, tendremos que regresar una y otra vez a mirar las huellas del trabajo. Ese ir y venir entre esas huellas irán alimentando nuestro pensamiento, nuestra imaginación y así, poco a poco la mayoría de las veces, iremos armando la trama de nuestra historia, las escenas de nuestra película, los capítulos de nuestra novela, los acontecimientos de nuestro relato pedagógico. Para estar seguros de ello conviene hacer un esquema, un mapa mental o un guion de nuestro relato; es decir, nombrar uno a uno los pasajes de la historia, las partes del escrito, pues.


Comentar con otros las escenas o episodios de la historia que estamos construyendo, para convencernos de cuáles son y en qué orden las acomodaremos en el escrito (hacer un esquema organizador del relato).

Una vez que tenemos el guion de la película, la trama de la historia a contar, conviene asegurarnos de su lógica, es decir, de su coherencia o consistencia como historia. Para lograr esta seguridad, cabe ensayar la escritura a través de la oralidad. Se trata, entonces, de platicar nuestra historia antes de escribirla, contársela a otros para escuchar sus puntos de vista, sus sugerencias, sus observaciones. El resultado de este ejercicio será, sin duda, un nuevo esquema organizador del relato, una especie de índice previo al texto que se convierte en el organizador de su estructura, de su contenido. Cuando este organizador o esquema del relato ya esté muy claro para nosotros, ahora sí es tiempo de sentarse cómoda y largamente a escribir; tan cómoda y largamente como nos sea posible para poder crear nuestra historia.


Escribir el primer borrador del relato, dejando que en él fluyan las cosas que queremos contar, con toda la riqueza, crudeza o poder con que las vivimos en los hechos.

La escritura es un acto de creación, es engendrar historias valiosas, amenas, interesantes, con sentido para otros tanto como para quien escribe. Por eso hace falta sentirse (y sentarse) cómodo y con tiempo para escribir sin distracciones, sin preocupaciones, sin interrupciones. Cada uno hallará la forma de resolver esto a su manera, el caso es que una vez que se sienta uno a escribir hay que estar inspirado, hay que sentir una energía propia de la creación, hay que sentir el goce de la escritura. Y ya instalados en esa energía hay que dejarla fluir hasta que el relato vaya adquiriendo su forma y su contenido.

Es muy recomendable, entonces, no sentirse agitado al escribir, no hacerlo bajo presión, sino al contrario, hay que escribir cuando uno está suficientemente a gusto para poder hacerlo. Hay que disfrutarse la escritura; esto se siente y se podrá reconocer cuando veamos fluir la narración, el texto, cuando lo que escribimos va saliendo con espontaneidad, sin mucho esfuerzo y, además, nos va gustando lo que está saliendo, lo que vamos avanzando poco a poco.

De esa manera llegará el momento en que tendremos ya el primer borrador del relato. Sentiremos que contiene ya todo lo más importante que hace falta decir acerca de nuestro tema, de nuestra historia. Tendremos, en suma, el primer borrador listo.

Dejar reposar el texto para que madure (nuestro cerebro trabajará el texto hasta cuando estemos dormidos y rebuscará en nuestra memoria de datos y huellas lo que hace falta o lo que hay que quitar). Dejar que otros lean nuestro texto y opinen acerca de él, de lo que cambiarían o agregarían para mejorarlo.

Al primer borrador de un relato interesante le pasa lo que a un buen mezcal (esto lo aprendí recientemente en una de mis salidas al campo con mis estudiantes). Hay que dejarlo reposar, hay que darle tiempo para que se madure, para que coja más cuerpo, más fortaleza, más seguridad de estar bien hecho, entero como historia interesante y valiosa.

Si la tenemos, no perdamos la oportunidad de dar nuestro escrito a compañeros interesados en leerlo y comentarlo. Este ejercicio puede ser realmente muy enriquecedor de nuestras ideas, de lo que ya hemos puesto en el texto y también de lo que puede hacer falta en él para ganar en claridad y precisión. Tenemos que aprovechar que entre profesores somos muy buenos para leer a otros y hacerles ver cualidades o limitaciones de sus escritos. Tenemos que atrevernos a ser objeto de crítica en lo que escribimos, porque la crítica ayuda mucho a mejorar esta clase de trabajos.

Ese tiempo en que dejamos reposar al relato, en realidad vale sólo para el texto, porque, afortunadamente, nuestro cerebro no dejará trabajar ni un solo instante en él. Hasta dormidos estaremos cerebral y energéticamente trabajando para descubrir lo que puede todavía mejorarse en nuestro texto. En nuestro pensamiento van a parecer observaciones y sugerencias, ideas para mejorar el escrito agregando o quitando cosas, o simplemente descubriendo que hay mejoras formas de decir lo que ya tenemos apuntado. Cuando esto ocurra será hora de dar el siguiente paso (o la segunda destilación, como ocurre con un buen mezcal).

Reescribir el relato (mezclar o combinar la exigencia de lograr una escritura interesante con el gusto de escribir).

La madurez del relato, su consistencia como escrito interesante que logra fotografiar la práctica pedagógica y resaltar los saberes más interesantes comprendidos en ella, es producto de la reescritura, es decir, resulta de retomar el borrador inicial y hacerle cambios, mejoras, puliendo las ideas, mejorando la redacción, agregando notas o referencias teóricas que esclarecen más las principales ideas que se exponen directamente relacionadas con lo que se hizo y cómo y por qué se hizo.

A algunos tal vez esta sugerencia les parezca exagerada, demasiado exigente. Tal vez les convenga recordar que en nuestro trabajo con los educandos eso es precisamente lo que hacemos cuando nos interesa que ellos progresen y alcancen una calidad superior en sus trabajos y respecto de sí mismos. “Toda exigencia que no se hace a los alumnos detiene su progreso” escribió hace muchos años un pedagogo alemán, y aquí veremos lo atinado de esta recomendación.

Esta parte tal vez para algunos signifique cierto sufrimiento, entendido como un gran esfuerzo para poder mejorar cualitativamente su escrito. Otros lo asumirán seguramente como un reto, un desafío que los invita a ir más allá de lo ya conseguido. Como sea, asumir esta sugerencia dará sus frutos en su momento y cada uno lo va a saber cuando al leer su texto sienta que realmente lo ha mejorado, que ha logrado un buen relato, interesante, digno de ser leído por otros profesores interesados en enriquecer su saber y mejorar su práctica. La medida justa para valorar el escrito es la satisfacción personal de su autor, su convicción de que el escrito logra comunicar su pensamiento hecho acción, su praxis como decía nuestro maestro Freire.
Publicar el relato pedagógico (leerlo para un público que esté dispuesto a escuchar y opinar francamente acerca de lo que hemos escrito).

Llegó así el momento de publicar los escritos. No se trata aquí de literalmente hacer una publicación impresa que se distribuya en muchos lugares. Se trata precisamente de hacer público el escrito, darlo a conocer a un público apropiado: los colegas, los compañeros educadores que están comprometidos con la transformación de las maneras de ser maestro y de hacer escuela.

En nuestro medio oaxaqueño no son pocos los profesores que trabajan con este genuino interés y convicción profesional. A ellos está dirigida la publicación, se trata de organizar alguno o algunos eventos en los que los pares, esto es los compañeros, se den tiempo y forma para leerse, escucharse, dialogar, preguntar, opinar, sugerir, observar, interrogar los textos que se presenten. Esta manera de publicar sirve para realimentar el espíritu innovador entre los profesores, funciona exactamente como una energía capaz de movilizar de nuevo los intereses, el entusiasmo pedagógico, las ganas de seguir adelante con este y otros proyectos en su escuela, con sus compañeros del colectivo.

Actualmente, hay otras maneras de publicar que no requieren de la impresión con tinta y papel. Las redes de internet son un magnífico recurso para que nuestras voces lleguen más lejos de nuestro contexto local o inmediato. Sólo es cuestión de que alguien cercano a nosotros posea el saber que este recurso implica para iniciar la formación de un blog o de una página web a través de los cuales podamos difundir al mundo entero lo que maestras y maestros de educación básica estamos haciendo día a día, en muchos rincones del estado, del país y del mundo mismo, para hacer de la educación un servicio a nuestras comunidades, a nuestros paisanos, a nuestros pueblos, a nuestros países, con el propósito de cambiar las relaciones que a diario tejemos para tener una vida mejor, más rica en todos los sentidos, más saludable y con más entusiasmo y creatividad para el beneficio personal y colectivo.



Bulmaro Vásquez Romero.

27 de abril de 2012.
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domingo, 23 de febrero de 2014

Artículo - Cooperación y competencias en la educación.



Es hora de pensar en la educación de los niños y jóvenes de México, más allá de las fintas entre maestros y políticos, sindicatos y ministros. Ya sabemos todos que hay una necesidad apremiante de transformar la educación básica, media y superior en el país, pero no sabemos bien cómo. Esto se debe a que el proceso de reformar la educación se está dando en un contexto económico cambiante, novedoso. Importa, y mucho, que la transformación que se está discutiendo vaya por delante del cambio que se viene, que se adelante a sus consecuencias previsibles y no que se realicen a partir de una idea que no se ajusta a la realidad que enfrentarán los jóvenes cuando salgan al mercado laboral.
¿A qué me refiero? Hablo, específicamente, de un problema: la reducción que se viene de demanda de trabajos calificados, debida a la expansión de la robótica y de la computación, aunada, siempre, la revolución en las comunicaciones.
El Financial Times de esta semana publica un artículo de fondo basado en el análisis de un libro de Erik Brynjolfsson y Andrew McAffee del MIT, acerca de laSegunda era de la máquina, que refiere el impacto que viene de las nuevas máquinas provistas de inteligencia artificial, que están ya comenzando a transformar la economía del planeta. Estas nuevas máquinas, aunadas a la revolución en los sistemas de comunicación, de computación y de almacenamiento de datos, tienen la potencialidad de desplazar el trabajo especializado de manera parecida y paralela a los efectos de desplazamiento que tuvo la primera era de la máquina sobre el trabajo manual. O sea que estamos ante un posible desastre, o al menos frente a un profundo descalabro para el empleo tradicional en las clases medias.
Se trata de una amenaza muy real, que requeriría discusión pública a escalas local, nacional e internacional, y de una reacción ordenada y organizada, a partir de la discusión de los datos. Pero en tanto se va organizando una discusión así –que seguramente tardará porque las implicaciones de esta nueva revolución industrial están todavía en puertas–, importaría orientar el debate educativo a una realidad distinta de la que imaginan hasta ahora nuestros educadores, planeadores y políticos.
El precepto de la reforma educativa actual es que hay que mejorar la calidad educativa; mejorar las competencias para ingresar mejor al mercado laboral. Esta conclusión es válida e importante en muchos aspectos. Mejorar competencias –la capacidad de los estudiantes– es fundamental. Que el alumno aprenda a leer y escribir muy bien, que haya leído algunos libros, revistas y periódicos, y que tenga capacidad de razonamiento matemático y una cultura científica y humanística básica. Todo eso importa, y muchísimo, para la construcción cabal de los jóvenes como personas con un potencial abierto a la vida, potencial que es siempre desconocido, y siempre sorprendente. Ningún maestro o tecnócrata o político debe obstruir el paso a la creatividad de las nuevas generaciones, sino, al contrario, hacer todo por potenciar esa creatividad.
Además, la competencia es un valor independientemente del estado de nuestra tecnología. Vivimos en sociedades complejas, con una división igual del trabajo: necesitamos muchas competencias. Que los médicos sepan medicina, que los plomeros entiendan de materiales y de hidráulica, que los maestros conozcan su materia, etcétera. Ser competente es, al final, un valor en sí mismo. Por eso las competencias se justifican más allá de la competencia en el mercado laboral, y por eso es un error oponerse cerradamente a la competencia, siempre y cuando ésta se entienda como cualidad de ser competente, y no como actitud antisocial.
Pero así como importa elevar la calidad educativa –definir y construir competencias en todos los lenguajes del conocimiento, teórico y práctico–, importa, y de manera verdaderamente urgente, pensar seriamente en la educación como un proyecto de cooperación comunitario. ¿Por qué?
En primer lugar, porque está claro, aun hoy, que el mercado laboral crece a un ritmo muy inferior a la expansión del sistema educativo. La razón de nuevos empleos a nuevos egresados es baja, o sea que hay muchos egresados del sistema educativo que no consiguen trabajos para los que están preparados. Además, está la realidad de la revolución tecnológica con que comencé este artículo. La situación de empleos para la clase media seguramente no va a mejorar demasiado, y bien puede empeorar, aun en el caso esperado de que la situación macroeconómica de México mejore. Así como hemos sido testigos de una reducción y crisis del proletariado industrial, estamos hoy frente a una crisis de empleo en las clases medias.
Ante una situación así, es un poco absurdo imaginar que el proyecto educativo se debe centrar únicamente en formar competencias académicas en el estudiante. Se necesita, además, crear una educación social, atenta al colectivo y a la comunidad, que sea capaz de darle sentido a la creatividad de los alumnos y a que tengan apoyo para crear las redes de solidaridad y de sociabilidad sobre las que recaerá su vida social y económica.
Esto significa que la discusión educativa necesita volver a estudiar y a repensar las filosofías educativas orientadas a la creación de nuevas comunidades. Pienso, por ejemplo, en los textos ya clásicos y realmente creativos de Iván Illich, y quizá en otros educadores innovadores en la tradición anarquista o socialista, que se preocuparon seriamente por la cooperación y la comunidad como eje del proceso educativo.
Es falso concluir, como han hablado algunos, que el sistema educativo de hoy no deba comprometerse seriamente con la formación de competencias individuales. Pero es igualmente falso que las reformas educativas se deban encaminar exclusivamente a crear competencias y que eso mágicamente redundará en la creación de buenos empleos y desarrollo social.
Estamos frente a una verdadera revolución tecnológica. Esa revolución presenta retos de primer orden para el sistema educativo. Sólo podremos hacerle frente si le prestamos tanta atención a la educación como proyecto cooperativo como el que estamos queriendo dar a la calidad educativa en lengua, matemáticas, y cultura.




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VIDEO- Agricultores y ganaderos: ¿si somos tan ricos, porque estamos tan pobres?



Videoconferencia por el Ingeniero Agrónomo Polan Lacki.




Los conceptos expuestos en esta ponencia están técnicamente fundamentados en los textos que están disponibles, en forma gratuita, en las siguientes páginas web:

http://www.polanlacki.com.br/

http://www.polanlacki.com.br/agroesp/

En esta última página está alojado "El libro de los pobres rurales".


Fuente del video: http://www.youtube.com/watch?v=LeBbkWR7dzw

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IEP ENBIO - BIENVENIDOS



Los estudiantes Ayuujk, Amuzgo, Zapoteco de octavo semestre de la Escuela Normal Bilingüe e Intercultural de Oaxaca les da la más cordial bienvenida a este blog que tiene la intención de servir como medio para el intercambio de experiencias pedagógicas y producciones obtenidas en las jornadas de práctica intensiva. Cualquier etnia o compañer@ que desee incluirse en este pequeño proyecto es bienvenido y su colaboración será muy importante.





Compañeros que están participando actualmente en el proyecto.

Ayuujk

Amuzgo

Zapoteco




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